El lado
amargo de la victoria
Estamos acostumbrados al “no hay mal que por
bien no venga”, pero nadie quiere lo malo. Desde niños nos dan ejemplos de
vencedores, a los que nadie se preocupó de hacerles una sencilla pregunta “¿Qué
sabor tiene la victoria?.
A lo largo de la historia del deporte,
encontramos personajes dispuestos a todo por formar parte de ese grupo. Otros
en cambio utilizan el esfuerzo como un medio para respetarse a sí mismos. Tanto
unos como otros resultan a veces vencedores, pero el sabor de la victoria, es
diferente en cada caso.
En el ámbito deportivo, parece que, solo
aquellos que sobresalen, son dignos de tener en cuenta, como si el esfuerzo del
resto no tuviera ningún valor.
El deporte entendido como pasatiempo, o como
práctica sana, casi no existe. A nivel social tras el deporte hay demasiados
negocios como para poder colocarle la etiqueta de “saludable”, y desde luego,
igual no tiene tanto de “entretenido” como debería.
El principiante, que comienza temeroso, pero
ilusionado; antes o después caerá en las garras de los depredadores
comerciales, zapatillas, camisetas, gafas, pulsómetros, productos energéticos
de todo tipo, y una gama tan amplia de artículos deportivos, que el sujeto
perderá gran parte de su propia sustancia, para concentrarse en el atuendo más
que en la afición.
Una vez conseguido el objetivo, aparece la
desilusión al tiempo que cierta amargura, porque el camino no era el adecuado.
Compras coche nuevo; te pasas el día mirando, acariciando, y a los dos o tres
días la cosa ha perdido su encanto, ya no ilusiona. ¿Para que era el coche,
entonces? ¿para utilizarlo como medio de transporte, o para presumir?.
El camino hacia eso que llaman éxito, está
plagado de pequeños contratiempos, de dificultades, de golpes, son el lado amargo, el lado desagradable, pero
sin ellos, la victoria no tendría ningún valor.
Nada hay más lícito que alegrarse cuando las
cosas salen bien. Ganar una competición, nada tiene de malo. Hay individuos con
cualidades extraordinarias, que pueden vivir el deporte como un medio de vida.
Otros buscan imitarlos a través de gestos, costumbres, ropajes y ritos,
buscando tal vez disfrazar con ello su fracaso en lo deportivo. Son a
menudo, proyecciones virtuales que
tienen como pantalla su propia mente.
Pero existe aún, un reducto inexpugnable;
donde la tecnología y la marca de postín, solo llegan cuando es necesario; son
aquellos que se dejan llevar por los instintos propios del hombre libre, del
hombre que elige por sí mismo; no por las modas o los dictados de los
profesionales del marketing.
Texto e imagen: Paco Arcilla, Entrenador Personal